373. Los oíamos hablar en nuestra propia lengua
(Hechos, 2, 1-11)
¡Cuánto hablamos y qué poco nos entendemos! Estamos saturados de palabras habladas o inundando nuestros móviles y ordenadores. Y, sin embargo, cada vez nos comunicamos
menos. Necesitamos más silencio (“estaban orando”) para poder decir una palabra nueva. Una palabra que sea acogedora: cariñosa, oportuna, sabia. Es la palabra del PADRE. Una palabra reveladora:
que exprese tus sentimientos, la verdad del propio ser, los anhelos e ilusiones). Es la palabra del HIJO. Una palabra profética: que interpela, que impulsa a salir de la pequeñez y de la vaciedad, que trasmite
la palabra de Dios. Es la palabra del ESPÍRITU. Tenemos que cambiar Babel (la ambición que lleva a la confusión) por Pentecostés (la palabra que lleva al encuentro).
8 de Junio de 2019